La madera contralaminada se compone de láminas de madera generalmente de pino o abeto, que se enlaza por empalmes dentados, y se encolan en varias capass estratificadas en forma de cruz. Se encolan números impares de que son encoladas y tratadas bajo alta presión de moldeo, hasta convertirse en placas de madera maciza de gran formato. En función de las exigencias estructurales se encolan 3, 5, 7 o más capas hasta un espesor máximo de 50 cm.
Todas las láminas empleadas están sujetas a una estricta selección de calidad visual. Los grosores de las láminas varían en función del formato de las placas y de la construcción entre 19 y 40 mm). Dependiendo de la humedad de equilibrio esperada, se encolan las láminas, secadas mediante procedimientos técnicos, con una humedad del 12% (+/-2).
Mediante la colocación cruzada de los estratos longitudinales y transversales, los coeficientes de contracción y de dilatación se reducen al mínimo. La rigidez, resistencia se incrementan considerablemente, y el equilibrio estático se alcanza con notable sencillez.
La madera contralaminada abre posibilidades completamente nuevas en lo que respecta a la transmisión de cargas. Las cargas no sólo se pueden transmitir en una dirección sino que se pueden transmitir en cualquier dirección confiriéndole a los paneles una estabilidad que no disponen las vigas laminadas. Las semi-isotropía hace de los paneles de madera contralaminada elementos muy eficaces para el diseño de estructuras laminares.
En el proceso de encolado se utilizan adhesivos aprobados para su uso estructural conforme a la normas alemanas DIN 68141 y 1052, así como la norma europea EN 301. El Instituto Otto Graf de Stuttgart certifica dicha idoneidad.
En función de los requerimientos estéticos, los paneles se fabrican en calidades industriales (para revestir) y vistas, lo que nos puede permitir su uso como elemento de cierre tanto al interior como al exterior.